En octubre de 1959 el pueblo cubano en su inmensa mayoría veía en Fidel Castro un semi dios. Quien dudara o pensara lo contrario y tuviera el valor de expresarlo se convertía un enemigo del pueblo que merecía el máximo castigo.
En esas circunstancias, uno de los dirigentes de la Revolución, el Comandante Huber Matos, se expuso al paredón de fusilamiento por denunciar lo que sospechaba era una traición a los postulados democráticos de la Revolución. Matos quería alertar al pueblo cubano.
Siete días después, el Comandante Camilo Cienfuegos, amigo cercano de Huber Matos desde la Sierra Maestra y quien coincidía con Matos sobre la infiltración comunista, desapareció misteriosamente.
El 21 de octubre de 1959, a solo a diez meses del triunfo revolucionario en enero de 1959 Huber Matos fue arrestado en Camagüey después de haber enviado a Fidel Castro una carta de renuncia donde planteaba su desacuerdo con el rumbo que estaba tomando el proceso revolucionario. En esa carta señalaba la creciente influencia comunista y advertía a Fidel de las terribles consecuencias que sufriría Cuba si no se frenaba esa tendencia. Esta denuncia fue la primera alerta pública de un dirigente revolucionario de primera fila sobre lo que estaba sucediendo a espaldas del pueblo cubano.
Con motivo del fallecimiento de Huber Matos el 27 de febrero de 2014, el periodista Víctor Ariel González escribió el artículo que reproducimos hoy 21 de octubre de 2017.
Víctor Ariel González
Mi homenaje a Huber Matos
La Habana, febrero 28 de 2014
Jamás conocí personalmente a Huber Matos Benítez, aunque hubiera querido hacerlo. Desde que leí ese gran testimonio que es «Cómo llegó la noche» me impresionaron el valor y el civismo en el carácter de su autor. Fue un hombre que no renunció a sus principios ni aún bajo las más severas circunstancias.
Ayer en la mañana, a sus 95 años murió en EE.UU. este luchador incansable, que hasta los últimos instantes de su vida quiso una Cuba libre y próspera. Con ese noble propósito primero se unió a la lucha guerrillera contra el dictador Fulgencio Batista y en 1959 bajó triunfante de la Sierra Maestra, convertido en Comandante de una revolución que sembró grandes esperanzas. Pero la decepcionante verdad acerca de aquél proceso, revelada casi de inmediato, le mostró que el largo camino hacia la libertad de su tierra no había hecho sino empezar y que aún el tramo más difícil estaba por delante.
Debido a sus ideas, incompatibles con el totalitarismo de Fidel Castro, el Comandante Huber Matos fue acusado por sedición aunque no se había alzado contra el joven poder establecido. Vivió el presidio político durante 20 años, hasta 1979. Mientras muchos de sus compañeros de lucha depusieron su moral ante la adoración a un Líder Supremo y ante la falta de derechos humanos, este cubano permaneció fiel a su voluntad de ver a su país finalmente libre de todos sus tiranos. Mantenerse apegado a sus ideas, sin quebrarse, le convirtió en ejemplo de resistencia, en un ícono de la disidencia.
Incluso después de su salida de prisión, con la salud maltratada, el cuerpo envejecido por las continuas torturas y el prolongado encierro que sufrió en cárceles castristas, Huber Matos demostró que su alma permanecía intacta. Su esencia emancipadora no se había dañado. Ya en el exilio, condenado a no vivir en el país que lo vio nacer, desplegó un intenso activismo político que sin duda será determinante en la futura realidad de la nación. La organización Cuba Independiente y Democrática (CID), que él mismo fundó, encarna ese deseo de emancipación y actualmente constituye un partido opositor de importancia dentro de la Isla. Sus miembros tendrán la responsabilidad de continuar defendiendo el espíritu libertario de su ilustre fundador.
El nombre de Huber Matos llegó a mí con la siguiente frase: “no creas lo que te digan en la escuela acerca de este hombre”. Luego lo volví a ver en los libros de historia obligados por la ideología del castrismo, pero por suerte ya estaba advertido. Entonces supe distinguir la mentira, y que el par de líneas infames que le dedicaban en los textos oficiales no eran más que palabras vacías. Después llegó a mis manos su testimonio que, más que revelar, inspiró a quien escribe esta nota. Algún día la historia contada a los niños y jóvenes en Cuba le hará el honor que se merece a este patriota.
Descanse en paz ahora, que otros habrán de continuar la lucha.
Por Víctor Ariel González
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