Los ciclones tropicales se han convertido en un verdadero negocio para el estado cubano. Cada vez que un fenómeno de estos sorprende a la empobrecida población de esta Isla, el estado anuncia un paquete de medidas de supuesta ayuda. La realidad es otra porque a la triste desolación de las pérdidas de viviendas y familiares, el estado la empeora con el abusivo negocio de las ventas de materiales de construcción y otros insumos.
Cuando un ciudadano cubano espera la condolencia y el humanismo del estado sólo recibe en el mejor de los casos el compromiso de una deuda impagable ya que los precios de materiales e insumos se acercan a lo astronómico, enriqueciendo las arcas de la camarilla gubernamental. Es común encontrar precios de una plancha de zinc en 505 pesos (20 CUC), el equivalente al salario medio mensual de un trabajador.
En el semanario de nuestra organización, La Nueva República, hace aproximadamente tres años publicó un artículo sobre la afectación del huracán IKE en el poblado de Delicias, Las Tunas, donde se mostraba una foto de las condiciones de una vivienda luego de transcurridos 6 años del desastre, una evidencia del abandono de un gobierno que tanto pregona no deja desamparado a ningún ciudadano.
No obstante después de 9 años la misma vivienda parece detenida en el tiempo, como si hubiese recibido los embates del viento unas horas antes de la fotografía. Sin embargo la foto fue tomada vísperas del noveno aniversario del fenómeno meteorológico y a pocas horas de recibir la descortés presencia del Huracán IRMA exactamente 9 años después.
El reducto de casa milagrosamente resistió y hoy se yergue como ejemplo inequívoco de la desatención del régimen al pueblo.
Se dice que una imagen vale por mil palabras.
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