Artemisa, 14 de junio de 2016. Se han erigido en verdaderas mafias las instituciones cubanas. Este planteamiento lo corrobora la manera en que se han estructurado casi todas las instituciones que dentro de sus responsabilidades tienen las de tratar con el pueblo.
Manuel Arévalo, por citar un ejemplo, solicitó un permiso de construcción para ampliar su vivienda tras el nacimiento de un nieto y el regreso al país de un hijo que terminó su misión en Venezuela. Ya le era muy difícil convivir en el reducido lugar donde vive, ubicado en la calle 50/7 y 9 del Reparto Toledo en este municipio. Tras una larga espera de un año de una firma de los funcionarios de la Dirección de Planificación Física de Artemisa, decidió comenzar las labores de ampliación, cuando para su sorpresa en menos de veinticuatro horas se apersonaron en su vivienda las inspectoras Yordanka Iglesias y Yusimí García y le impusieron una multa de cuatrocientos pesos. “Esta parece ser una maniobra muy bien pensada”, dijo Rodolfo Arévalo, hermano de Manuel, alegando que primero te demoran el trámite sabiendo que las personas necesitadas de resolver sus precarias condiciones de viviendas se aventurarán a comenzar y cuando lo hacen inmediatamente aparecen inspectores a multar con sumas que superan los trescientos pesos. Es un mecanismo maquiavélico para recaudar a costas de un pueblo que tiene que ingeniárselas para poder comer y construir al mismo tiempo.
Otro ejemplo reciente es el del propio Rodolfo Arévalo, hermano de Manuel, quien también fue multado por el simple hecho de cercar el frente de su vivienda tras haber sido víctima de robo en su domicilio, en tres ocasiones. Si bien es cierto que existen normas que cumplir, quienes deben comenzar a dar el ejemplo son las instituciones acostumbradas a la morosidad injustificada y muchas veces a propósito, que desencadenan una verdadera cacería de brujas precisamente contra quienes menos tienen.
Entre el acoso de los delincuentes, rateros o malhechores, muy numerosos por estos días, que obligan a la gente de bien a cercar sus viviendas y el de estos inspectores, quienes a veces se confunden con los primeros, ¿a dónde vamos a parar?, ¿cuánto más deberá sufrir el pueblo cubano para poder lograr un poco de dignidad en sus vidas? Casos como los de Manuel y Rodolfo abundan por doquier, ellos son ejemplos del complot del que está siendo víctima el pueblo de Cuba.
Por Mileisis Vigoa, delegada del CID en Artemisa
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